De la libertad a la dictadura

Actualidad de la Fundación





Estamos asistiendo estos días a una guerra de ocupación de Ucrania por parte de Rusia. Mas en concreto, estamos asistiendo a una acción criminal del ejército ruso, ordenada por el presidente Putin, violando la legalidad internacional, fundamentada a efectos internos en mentiras monstruosas y burdas, que la historia y los hechos demuestran su falsedad.

 

No ha sido el primer paso en esta dirección. Antes lo fue la invasión de la península de Crimea y su anexión por las armas. La había precedido su apoyo a los rebeldes del Dombas. Es evidente que todo ha sido meticulosamente pensado y preparado, para recuperar Ucrania para el imperio ruso del que, en su megalómana visión, nunca debió desgajarse. Porque los invasores rusos consideran que forma parte de sus raíces fundacionales, y porque es necesario impedir que se consolide una verdadera democracia en ese país y que bascule libremente hacia los modos de vida y política democrática de occidente. Mentalidad de guerra fría.

 

Pero nada importa. Esta terrible desgracia para Ucrania, para su pueblo perseguido, muerto bajo las bombas del invasor o huido de sus hogares, lo es también para toda Europa y, desde luego, también para el pueblo ruso. Lo vean o no hoy en día, lo entiendan o no, aquellos nostálgicos que aun sueñan con una Rusia poderosa militarmente, imperialista en sus objetivos y totalmente alejada de los valores de respeto a la libertad y dignidad del ser humano. Valores que no son solo europeos y decadentes, como pretende el dictador ruso acompañado de su homologo chino. No, son universales y se proclamaron en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, ambos ratificados por Rusia y hoy violados flagrantemente.

 

Hemos llegado a esta situación, después de un largo proceso de degradación de la vida democrática en la Federación de Rusia, hasta el punto de que hoy podemos constatar, con enorme tristeza, que lo que ya ha tomado forma en plenitud, es pura y simplemente una dictadura, como lo fue el régimen soviético.

 

Quienes hemos vivido una dictadura, sabemos lo que conlleva de degradante de la vida de pueblo, vivir sin libertad, sometidos al capricho de un poder absoluto en manos de un personaje que se considera ungido por la historia, para salvar un país, una civilización.

 

Solo responsable ante Dios y la Historia. Si, lo hemos vivido y los ciudadanos rusos también, durante siglos, sea con los zares o con los soviéticos.

 

También hemos vivido el derrumbe de ambas dictaduras. La franquista, que afortunadamente dio paso a una democracia, con todos sus connaturales defectos o imperfecciones, pero verdadera democracia. En la que todos los españoles gozamos plenamente de los derechos fundamentales, en un régimen de libertad y respeto al estado de derecho.

 

En la Federación de Rusia la historia ha evolucionado por otros derroteros. A la perestroika, le sucedió un presidente Yeltsin que, con todos sus defectos, fue un presidente demócrata, que defendió la democracia frente al golpe de estado de los comunistas. Puso fin a la primera guerra de Chechenia, antes que seguir desangrando a aquella republica y al pueblo ruso. Le llamaron débil, entre otros muchos epítetos. Pero hoy resurge su imagen y ejemplo como el símbolo de una evolución perdida.

 

A este presidente de paz, le siguió su sucesor designado, Vladimir Putin, que aprovecho la invasión de la república de Daguestan por un grupo de locos chechenos, e islamistas varios, bajo el mando de Basayef, para desencadenar la segunda guerra de Chechenia. Es cierto que no la provocó directamente, que respondió a una agresión a otra república parte de la Federación Rusa; pero tampoco hizo esfuerzo alguno por entablar negociaciones de paz (posiblemente inútiles). Respondió con la violencia extrema de otra guerra cruel y sanguinaria, que terminaría con la derrota de los chechenos nacionalistas moderados, su presidente asesinado, un pueblo diezmado, un país arrasado y una dictadura encabezada por Kadirof, leal a los rusos y jefe de una tropa de guerreros tribales, que se jactan de su crueldad y brutalidad.

 

Allí nació el presidente de guerra, que sucedió al presidente de paz.

 

El “ganar” la segunda guerra de Chechenia y con ello lavar el honor del ejercito derrotado en la primera, le valió una enorme popularidad entre la población rusa, siempre extremadamente racista para con los pueblos del Cáucaso, que históricamente han despreciado, cuando no temido. Un pueblo cuyo primer objetivo era superar el desastre económico provocado por la liberalización salvaje de la economía dirigida rusa. Volver a disfrutar de una economía personal, que no fuese de pura subsistencia. Posteriormente, aprovechar las oportunidades del nuevo sistema económico, del nuevo capitalismo, para prosperar personalmente, ganar dinero, viajar. La democracia y la libertad personal, siempre han sido en este proceso de evolución colectiva, bienes de consumo de segundo orden. Simplemente porque nunca habían gozado de ellos y por tanto lo que no se conoce, difícilmente se añora. Excepto por una minoría intelectual, en las grandes ciudades. Pero minoría.

 

Y el nuevo presidente supo responder a estas necesidades de su pueblo, al tiempo que permitir el enriquecimiento salvaje de un grupo de oligarcas, que aceptaron el pacto implícito de no involucrarse en política, de no hacer sombra y no maniobrar contra el nuevo zar del Kremlin. Obviamente los díscolos acabaron en la cárcel.

 

Luego, a lo largo de estos últimos años hemos podido ver y constatar una paulatina degradación de la vida democrática del país, hasta el punto de que, hoy en día, han sido cerradas y declaradas ilegales todas las organizaciones de la llamada sociedad civil, cualquier ONG, crítica con el sistema. La última en ser cerrada ha sido la histórica Memorial y le precedió la también histórica Escuela de Estudios Políticos de Moscú, que ha formado en valores democráticos a miles de jóvenes estudiantes de toda Rusia, bajo la acusación de recibir fondos del extranjero, en concreto de la Unión Europea y del Consejo de Europa. Su equipo directivo esta hoy exilado en Lituania.

 

No hay oposición política, porque sus lideres han sido encarcelados, y una Duma dócil y servil, aprueba una tras otra cualquier ley represora que le envía el dictador. La última, la que condena con prisión de hasta quince años, aquellos periodistas que difundan información que el régimen considere como falsa. La consecuencia mas directa es el cierre de periódicos, televisiones y radios aun independientes. Simbólicamente todo ha culminado con el cierre de Radio ECO de Moscú, todo un ejemplo de información libre, y el paulatino abandono del país de los corresponsables de la prensa, radios y televisiones occidentales. Solo se difunde la verdad oficial en los medios oficiales.

 

El contrapoder clásico en un Estado de derecho, la Justicia, es totalmente inexistente. Esta sometida servilmente a la voluntad del poder ejecutivo.

 

Para terminar este ciclo de degradación de la naciente democracia surgida a la caída de la Rusia soviética, la Iglesia ortodoxa rusa, con su patriarca al frente, bendice todo este proceso y en especial la invasión militar de Ucrania, cuya Iglesia nacional ucraniana, reconocida por el patriarca de Constantinopla, el no reconoce, considerando que aquel país es parte de Rusia y por tanto bajo su autoridad espiritual. Una Iglesia, también de guerra.

 

No creo que exagere lo mas mínimo si afirmo que hoy Rusia ya no es otra cosa que una dictadura personal, de un personaje que, con el tiempo ha venido a perder el sentido de la realidad y quiere reconstruir el imperio perdido. Que añora el tiempo de los dinosaurios soviéticos. Del ejercicio de un poder absoluto, al margen de las verdaderas necesidades de su pueblo y su futuro progreso.

 

Es comprensible que un personaje así, y quienes le rodean, adulan y se benefician de ese poder dictatorial, sean estigmatizados por la comunidad internacional y sometidos a serias y graves sanciones. Sanciones que, por desgracia, también dañaran seriamente a la población rusa en general, y a su economía individual.

 

Queda esperar que se abran vías de negociación para terminar con esta locura cuanto antes, con el sufrimiento del pueblo ucraniano, que esta dando un ejemplo de entereza y valor inestimable y también con el sacrificio criminal de los jóvenes del ejercito ruso, enviados a matar a sus hermanos ucranianos y que no comprenden nada.

 

El fin de la violencia cuanto antes. La comunidad internacional debe trabajar al unísono para alcanzarla. El dilucidar las responsabilidades de cada uno de los actores de este desastre, vendrá mas tarde. Pero vendrá.

 

Alvaro Gil Robles

 

Segovia, 6 de marzo de 2022.