ANTE LA PANDEMIA

Actualidad de la Fundación





I.- En estos días,  estamos viviendo una epidemia sanitaria de enormes proporciones y que afecta globalmente a nuestro planeta. Situación que posiblemente podrá prolongarse las próximas semanas e incluso meses. No es el primer fenómeno de esta naturaleza que ha de afrontar la humanidad, ni posiblemente será el último.

 

La diferencia con situaciones anteriores, es que llega cuando globalmente habíamos pensado que las grandes desgracias de la humanidad habían sido superadas, siendo la última a reseñar la segunda Guerra Mundial.

 

Desde entonces acá no es que hayan faltado situaciones críticas y dramáticas, bien al contrario, pero la diferencia estribaba en que no tenían la amplitud, y la universalidad de la propagación actual del corona virus. Guerras y dramas sangrientos no han faltado, en Asia, Oriente Medio, África y América Latina, e incluso en nuestro continente europeo, con la guerra de los Balcanes o la de Chechenia. Pero siempre con un ámbito geográfico reducido. Hemos visto el dolor y el drama de millones de personas como algo lejano, como noticias de radio o televisión  dando cuenta de situaciones que pensábamos que nunca se llegarían a producir en el seno de nuestras sociedades desarrolladas y seguras. Eso era comprensible en el tercer mundo. En el primero no teníamos que temer.

 

Pero lo cierto es que, sin ignorar los conflictos a que ya he hecho referencia, si acaso, algunas de las sociedades europeas han sido tocadas con mayor o menor virulencia por el fenómeno criminal del terrorismo, que si ha llegado ha difundir en algún momento, un sentimiento de inseguridad individual, pero que en ningún caso ha conseguido nunca romper la cotidianidad de la vida, el funcionamiento de las  instituciones y menos aún la economía y el tejido productivo de nuestros países. La el incremento del fenómeno migratorio, causado por las guerras o simplemente el hambre y la desesperación, si que ha desestabilizado a algunas de nuestras sociedades europeas y destapado en mas de una, sentimientos y conductas racistas y xenófobos que creíamos ya erradicadas. Este si ha sido un importante aviso de que algo no iba bien en el terreno de los valores y principios que decimos compartir en Europa y en todas en cada una de las sociedades democráticas que integran la Unión Europea.

 

Pero todo ello no ha sido suficiente para detenernos a analizar en profundidad los lados negativos del magnifico modelo socio económico europeo, que ha permitido a este Continente superar la enorme desgracia de la Segunda Guerra Mundial y crecer en democracia, seguridad y libertad  como nunca antes habíamos conocido y al tiempo, potenciar y desarrollar nuestras economías del bienestar.

 

Todo esto es cierto y posiblemente representa el mayor ejemplo de desarrollo económico, social y democrático global, realizado a escala de un continente, compaginando un sistema capitalista con una presencia de políticas públicas de ámbito social y limitadoras de los excesos del capitalismo.

 

Esta exigencia de defensa de lo público como política que garantice los derechos básicos a todas las personas y no solo a aquellas que dispongan de medios económicos para sufragarlas, ha sido la razón de ser de los movimientos socialistas y de izquierda en general, como en su momento también lo fue de los movimientos social cristianos, críticos con los excesos del capitalismo.

 

Pero en los últimos decenios el desarrollo de este tipo de políticas ha ido variando y se ha impuesto en muchos casos, a escala nacional y de la Unión Europea, la percepción de que el intervencionismo de lo público era negativo, paralizador de las energías propias de una sociedad sana, de la iniciativa particular, generadora de riqueza y a la que había que garantizar unas posibilidades de enriquecimiento, porque así se generaría mas trabajo y distribución de la riqueza.

 

Hemos vivido y estamos viviendo una etapa en la que lo que mas se ensalza es lo individual,  el éxito económico y la proyección social. Ganar dinero, cuanto mas mejor y como fuere, y consumir al máximo se han convertido en signos de identidad de un nuevo modelo sociedad, basado en el protagonismo del “yo” y relegando el “nosotros”. Una profunda crisis de valores democráticos ha acompañado a este proceso.

 

No soy economista y no me adentrare en terrenos que no me son propios, pero es evidente que esta filosofía neo liberal, llevada a sus  extremos, ha sido catastrófica. El tejido industrial y productivo no ha sido reforzado, sino en gran parte deslocalizado hacia otros continentes, en búsqueda del mayor beneficio al menor coste. Las diferencias sociales se han agudizado y el espacio entre los sectores de la sociedad poderosos económicamente y los menos, se ha ampliado. 

 

La última gran crisis económica, con las grandes quiebras bancarias y los rescates que ha sido necesario poner en practica, ya nos ha dado otro aviso importante de las vías de agua que se han abierto en nuestro sistema económico y social de posguerra. Los sacrificios sufridos por gran parte de la población, la destrucción de empleo y la desestabilización social con el nacimiento de movimientos contestatarios populistas, que ponen en tela de juicio las instituciones democráticas, una evidencia de la amplitud del mal.

 

En anteriores editoriales ya he comentado que junto a esta crisis económica y social, se ha desencadenado otra igualmente peligrosa o aun mas, que pone en duda las conquistas democráticas alcanzadas en el espacio europeo con tanto esfuerzo y tenacidad 

 

No voy a citar países concretos porque están en la mente de todos y han generado una fuerte tensión en el ámbito comunitario. Estamos ante Gobiernos que adoptan normas claramente antidemocráticas, que actúan en consecuencia y refuerzan un autoritarismo de tiempos soviéticos que creíamos olvidados. Y surgen movimientos de extrema derecha, antidemocráticos, populista  y ante Unión Europea en casi todas las viejas democracias. Para completar el cuadro resurgen también los rancios movimientos nacionalistas e independentistas, que tanto daño han hecho a la paz y la seguridad en Europa, y un gran país como Reino Unido, profundamente dividido, decide abandonar la construcción europea, para sumergirse en la nostalgia de un imperio ya inexistente. 

 

II.- Cuando apenas estábamos recuperándonos de la gran crisis económica, y afrontando estos enormes retos políticos, sociales y de identidad futura de la Unión Europea, se ha generado esta pandemia y una crisis monumental de los diferentes sistemas sanitarios, a escala mundial y desde luego europea y española.

 

Es completamente estúpido perder fuerzas y energías en buscar en estos momentos culpables políticos concretos. Como lo es aprovechar este drama para intentar sacar rédito político partidista. Ahora mas que nunca se esta demostrando como un Estado fuerte y una sociedad concienciada de sus obligaciones y riesgos, son el único camino para superar una crisis de esta magnitud. Todo lo demás son bufonadas fuera de lugar. Oportunismos que pasaran factura.

 

Un Gobierno democrático, en coordinación con las distintas fuerzas políticas y sociales, con las Comunidades Autónomas y utilizando los mecanismos y resortes que nos da la Constitución, esta capitaneando una batalla que es la de todos y a la que tenemos que colaborar todos, sin distingos ideológicos, religiosos, sociales o de cualquier otro tipo y menos aun de batallitas de campanario.

 

Nuestros medios de comunicación están cumpliendo, con gran esfuerzo y entrega, con una labor esencial de información a la ciudadanía y si algún reproche se pudiese hacer a esta meritoria labor, seria únicamente y en mi modesta opinión, el de que tal vez deberían pensar en trasladar también a las personas enclaustradas en sus casas, algún mensaje de aliento, alguna noticia positiva, algunos programas que ayudasen a pasar el tiempo de cuarentena ; y tal vez insistir menos en el continuo y aterrador cuenteo de muertos e infectados. Ya sabemos que eso esta pasando, no es necesario que nos agobien  continuamente con esas terribles noticias. También en tiempos de guerra los medios lanzaban programas para mantener la moral de la población y no se les ocurría transmitir continuamente cuantos muertos había producido el último bombardeo del enemigo. Y  estamos en una guerra, contra un virus, pero guerra al fin ay al cabo.

 

En cuanto al personal sanitario, en primera línea de riesgo, solo manifestar mi mayor respeto, reconocimiento y admiración por todo lo que están haciendo.

 

Hechas estas reflexiones en alta voz, que posiblemente nada nuevo aporten al lector, si quisiera terminar con una última.

 

Cuando esta desgracia pase, ya nada puede volver a ser igual. No es posible volver a aceptar que esto que ha ocurrido es solo un tropiezo en el camino de desarrollo de un capitalismo incontrolado. No queremos ningún tipo de sociedad sometida a la dictadura de un comunismo, ni a las reglas de un marxismo agobiante, o un intervencionismo asfixiante, pero tampoco podemos tolerar que se siga imponiendo un capitalismo descontrolado y que campen por sus respetos un conjunto  de multinacionales descontroladas y destructoras de tanto tejido social y productivo en nuestros países, sin la contrapartida de un aporte fiscal imprescindible.

 

Si la actual epidemia se esta pudiendo controlar y se superara es gracias aun tejido de sanidad pública fuerte. Y ese tejido hubiese funcionado mucho mejor y mas eficazmente si no hubiese sufrido los rigores de una política de recortes presupuestarios, de privatización encubierta, y hubiese contado con los medios de personal y materiales indispensables.

 

Tendremos que sacar las consecuencias de este drama y entre otras, reconocer que no podemos abandonar las políticas sociales públicas, la defensa de nuestros servicios públicos esenciales , garantía de supervivencia de un Estado de bienestar democrático y socialmente mas justo. Ello conlleva también el diseño y aplicación de una política fiscal común y tantas otras medidas que habremos de afrontar. Ahora mas que nunca la Unión Europea ha de ser el ariete de estos cambios y el instrumento indispensables para implementarlos.

 

Lo que es cierto, es que el momento de afrontar este gran debate habrá llegado cuando hayamos salido del estado de emergencia en el que vivimos, porque no podemos dejar todo como esta, esperando la siguiente con los brazos cruzados. Ya no. Todo ha cambiado y nada puede volver a ser igual, al menos a escala nacional y europea.

 

Alvaro Gil-Robles y Gil-Delgado

Sotosalbos, 23 de marzo de 2020